Cada mañana la alarma del móvil la despierta. Abre la pequña luz de la mesita de noche con los ojos aún cerrados. Y lo primero que hace: Resopla. Intenta abrir los ojos. De manera automatizada pasa por el baño y después por la cocina a preparar su café. Necesita este café como el aire que respira. Y como siempre, con 15 minutos contados para cambiarse de ropa y salir por la puerta.
Aunque antes de salir se ha visto en el espejo, y no se ha esforzado ni en regalarse una sonrisa.
Cada mañana, durante 17 años, 4.028 días laborables. Sí. Cada mañana la misma rutina monótona. ¡Eso sí que es para resoplar.
Ayer se fue a cenar con los amigos de siempre y alguno nuevo. Llegó tarde a casa. Directamente se metió en la cama. Y de repente… Una reflexión le vino a la cabeza. Esa noche, alguien le había dicho: «Si no lo quieres, ¡cámbialo!» refiriéndose al plato que había pedido en el restaurante. Y su mente hizo un click.
«Y de repente… Una reflexión le vino a la cabeza. Esa noche, alguien le había dicho: «Si no lo quieres, ¡cámbialo!«
No sé qué quiero, pero tengo claro que quiero cambiar.
No sé por donde empezar, pero tengo claro lo que no quiero.
Ahora mismo no sé qué hacer , me siento perdida y confundida.
Esta mañana la alarma del móvil la ha despertado de nuevo. Ha abierto la pequeña luz de la mesita de noche con los ojos aún cerrados. No ha resoplado. Ha intentado abrir los ojos. De manera automatizada ha pasado por el baño y en lavarse la cara se ha mirado al espejo y se ha regalado una sonrisa. Luego, se ha preparado su primer café del día. Y ahora, no cuenta los minutos que le quedan para irse. Senzillamente sabe que con 15′ le basta para llegar a la hora, puntual y empezar su jornada.
¡Buenos días, mundo!
No sé qué quiero.
Quiero cambiar.
Y esta mañana, ya he empezado.
