Hace días que mi mente da vueltas. Hace días que mi cuerpo está inquieto. Y hace días que no logro descifrar cómo me siento.
No tengo claro si estoy triste, frustrada, enojada o enfadada con el mundo entero. Pero lo que sí sé es que, a veces, me siento invisible cuando trato de hablar con gente, con mi gente y tengo que gritar para que me oigan.
“Me siento invisible cuando trato de hablar con gente, con mi gente y tengo que gritar para que me oigan”
Siento que soy una persona que sabe escuchar con atención, pero cuando me tienen que escuchar a mi… Siento que mi entorno se desconecta. Da por hecho lo que voy a decir, revisa los teléfonos o alguien tiene alguna ocurrencia graciosa por decir.
¿Sabéis qué es lo que no entiendo? Cuando los demás hablan, yo escucho, les hago contacto visual, asiento con la cabeza e incluso muestro interés y hago comentarios. Y cuando me toca a mi… ¿Será que no les importa mi persona? ¿Mi vida?
“Cuando me toca a mi… ¿Será que no les importa mi persona? ¿Mi vida?”
En la infancia, en la adolescencia, en la edad adulta, en la vejez… El arte de escuchar -de saber escuchar- puede ser uno de los mejores aliados para ayudar a crecer, a soñar, a descubrir, a vivir, a recordar… ¿Por qué no desarrollamos nuestras emociones gracias a poner en común nuestras experiencias?