No tengo ganas de hacer nada. Sólo de meterme en la cama, dejar pasar las horas y vaciar mi mente.
Las horas, los días, las semanas, los meses… Han ido pasando de manera automática. Me he convertido en un autómata. Podría ser un robot perfectamente diseñado para hacer las tareas más cotidianas. Y sí, las hago: Desde las más vitales hasta las más complejas del trabajo sin ningunas ganas; las hago sencillamente porque debo hacerlas.
A menudo camino con desesperanza, impotente y lo peor de todo… Incomprendida. Mi entorno cree que debo hacer actividades que me guste, tener más vida social, e incluso arreglarme más… Pero para mí ya es una odisea levantarme de la cama.
Cuando abro los ojos cada mañana pienso… «Podría seguir durmiendo, incluso para siempre». Y no puedo dejar de llorar. Siento un vacío y una soledad inmensas en mi interior. Cuantas veces habré pensado: «A ver si esta noche me acuesto y no me vuelvo a despertar». Y… Esta idea me lleva a imaginar cómo se sentiría mi entorno y la gente que me quiere. Por eso, poco a poco la idea de seguir durmiendo se desvanece.
Cuando abro los ojos cada mañana pienso: «Podría seguir durmiendo, incluso para siempre»
Siento un dolor constante en mi cuerpo. Mi mente ya no sabe donde ir y mi corazón ni siente ni padece. Tengo la sensación de estar rota en pequeños pedazos y no encuentro la manera de reconstruirme de nuevo. Y llorar alivia esta sensación.
Ya llevo muchos meses así. Sé que debería estar mejor, haberme recuperado. Y la oportunidad de hacer cosas con la familia, amigos e incluso cuidarme la he tenido muchas veces. Pero… No tengo ganas. Literalmente, ni quiero ni puedo.
Me siento imbécil y no merezco que nadie me quiera. No sirvo para nada, haga lo que haga no será útil y nunca conseguiré superar esta situación. Me siento completamente una persona fracasada. Hay días que olvido comer, incluso ir a comprar. Estoy en medio de un callejón sin salida. Doy vueltas y vueltas, pero estoy absolutamente perdida. La tristeza invade cada rincón de mi interior.
«Y a todo esto, tengo que sumar el sentimiento de culpa por ver como mi tristeza empieza a invadir el día a día de mi entorno. Estáis tristes por mi culpa»
Y a todo esto, tengo que sumar el sentimiento de culpa por ver como mi tristeza empieza a invadir el día a día de mi entorno. Estáis tristes por mi culpa.
Hoy necesitaba parar y explicaros uno de los síndromes más difíciles de admitir, convivir y que muchas veces pasa desapercibido en sus inicios por el entorno y por la propia persona: La depresión.