No hay palabras para definir lo que he vivido estos últimos meses. Te has ido sin un adiós, y nada de lo que escuchaba o que me decían era consuelo suficiente para este vacío. Una herida, madre de una fractura eterna donde el horror me ha acompañado día tras día.
Un anochecer trágico. Una llamada inesperada. Un aliento congelado. Una mirada perdida. Y un silencio perpetrable. Capaz de evadirme de mi día a día, de mi tierra, de la sociedad e incluso de todo el universo. Ese pequeño instante me cambió la vida, la existencia e incluso mis sueños.
«Un anochecer trágico. Una llamada inesperada. Un aliento congelado. Una mirada perdida. Y un silencio perpetrable»
Sé que nunca hubiera estado preparado para un momento como este. Y ni siquiera que desde tu dimensión no tienes respuestas para mi, pero si la fuerza para susurrarme. Para hacer que saque las fuerzas de donde sea, y sino que me invente como levantar la cabeza, mirar adelante y seguir caminando.
Ya lo ves, en medio de un desierto, sin sed ni hambre por vivir. Pensar en ti me hace abrir los brazos para recibir las mejores vivencias, los mejores recuerdos, nuestras bromas y esas pequeñas peleas que nos ayudaron a crecer juntos.
«Es cierto que aún no he encontrado las palabras, ni el consuelo. Quizá el tiempo será mi aliado, pero aún no»
Es cierto que aún no he encontrado las palabras, ni el consuelo. Quizá el tiempo será mi aliado, pero aún no. Segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora, día a día… Te recuerdo en cada uno de ellos.
Creo que hoy doy uno de los pasos más importantes: Hablarlo.