Sólo necesitas un minuto

Justo ahora descubres lo que pasa. No sabes ni por donde te deberías empezar a cuestionar. Pero tu mente tiene una cosa muy clara: Demasiadas ideas y ninguna concreta. La falta de control te ha dejado sin aliento, sin habla y con dificultades para respirar. ¡Stop! Cierra los ojos, respira profundamente y deja de pensar. 

¿No lo puedes hacer, verdad? Has perdido la práctica de dejar la mente en blanco.

¿Recuerdas la última vez que te dedicaste unos minutos? No me mires así. ¿Sorpresa? Para sorpresa, la mía. De ver cómo te dejas la piel en ayudar a todo el mundo, empezando por tu pareja, tus hijas, los padres, la hermana, el trabajo… Mi pregunta es: ¿Y por ti? ¿Te dejas la piel por ti?

«Mi pregunta es: ¿Y por ti? ¿Te dejas la piel por ti?»

No te lo pienses tanto. Ya respondo yo en voz alta. No. Lo sé. No te gusta escucharlo, pero es posible que sea la primera vez que te lo planteas de esta manera.

¿Y ahora qué? Ya has dado el primer paso, darte cuenta. El siguiente, aceptarlo.

Vamos a por el cambio. Pero tranquila, poco a poco y con buena letra. Sigue dejándote la piel por los tuyos, por las personas que quieres, por aquello que creas conveniente. Y ahora, añádete a ti. Igual que te roban el tiempo y las fuerzas, ahora toca que robes el tiempo y las fuerzas para ti.

¿Qué te parece si empezamos por 1 minuto al día. Parece poco. Pero encontrar un momento para ti, sin nadie alrededor, sin hacer nada, ni obligaciones ni ocio, sin móviles que interrumpan. Sólo tu contigo misma. Mañana ya me explicaras si ha sido fácil.

Cuando no piensas en ti, el cuerpo te avisa. Cuando no te dedicas tiempo, y sobrepasas el límite, a largo plazo pasa factura.

Recuerda, el tiempo pasa. Empieza a pensar en ti.