¿Recuerdas la película «Atrapado en el tiempo» (Harold Ramis, 1993) protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell? Allí hicieron famoso el Día de la Marmota. esta expresión, que se trata de una tradición popular en Estados Unidos y Canadá para prever cuando llega la primavera, también sirve para definir la rutina: que todos los días sean idénticos.
Pues así era cada día de su vida. Hasta que apareció y empezó una vida de aventuras.
26 semanas juntos. Tu y él. Cuerpo a cuerpo. Corazón con corazón. Pánico. Eso es lo que sintió. Se ahogaba. Rompió a llorar. Remordimientos de conciencia. Y se repetía constantemente: «No he sabido cuidarte como merecías». La mente intentaba quitarle culpa, pero el alma tenía más fuerza.
«No he sabido cuidarte como merecías». La mente intentaba quitarle culpa, pero el alma tenía más fuerza»
De repente, todos sus sentidos se agudizaron. Escuchaba, veía y sentía más allá. Impotencia de escuchar todos los lloros. Impotencia de tener los brazos vacíos. Tenía miedo. De mirarlo. De no poder abrazarlo. De acariciarlo de manera sutil. De sentir su olor.
Lucha, por favor. ¡Vive!
Se le rompía el corazón al recordar las noches que les separaron. Imaginaba ahí, frágil. Y en el momento más importante de su vida se sintió inútil, prescindible e impotente. Aprendió a decidir. Bajo la presión de la rabia, la tristeza y la decepción. Enfadada con el mundo. Sorprendida y también decepcionada con su entorno y la sociedad. Esperanza. Aprendió a ser fuerte. Aprendió que la vida es un milagro.
8 semanas después. Tu y él. Salís por la puerta grande. Juntos.
